Cómo comunicarse con un hijo adolescente

La adolescencia es una de las fases de la vida más importantes. Es una época en la que se producen cambios importantes en la evolución de cualquier niño y hay que comprender las peculiaridades y procesos que se producen tanto a nivel biológico como psicológico y social. Es fundamental tratar de comprenderles ya que de esa manera podremos ayudarles en esta etapa crucial de su desarrollo.

A menudo nos encontramos, en el Gabinete de Psicología Nuria de Juan de Getxo, multitud de padres que se sienten incapaces de entender que les sucede a sus hijos a partir de los 12 ó 13 años.
Afirman a menudo sentirse frustrados ya que de repente su hij@ ha perdido interés por estar con ellos, se muestra reservado y parece mostrar un cierto desapego.
Con frecuencia también nos cuentan que sus hijos adolescentes parecen cuestionarlo todo , incluso valores que antes parecían asentados.
Todo ello crea gran desasosiego y confusión en los padres que se preguntan desconcertados cómo han podido llegar a esta situación, qué han hecho mal.

Terapia psicológica

En el año 2.012, La Liga Española de la Educación realizó un exhaustivo estudio con el objeto de conocer la parte de la realidad más problemática durante esos años, qué es lo que supone un problema para los adolescentes, cómo lo viven y cómo tratan de resolverlo. Las conclusiones fueron recogidas en el estudio ‘Conflictos en la adolescencia. Los protagonistas toman la palabra’, dirigido por Antonieta Delpino Goicochea.
Una de las conclusiones obtenidas del estudio fue la «satisfacción» que sienten los adolescentes de disfrutar de una vida familiar, de hecho al 75% de los adolescentes les gustaba estar con sus padres.
Los autores del estudio subrayan una «paradoja»: «El adolescente se halla ante el desafío de construir su autonomía alejándose del hogar familiar» pero al mismo tiempo éste es «es el espacio en el que espera tener las bases para alcanzar la seguridad requerida a fin de hacer frente a ese desafío». Para satisfacer sus intereses, gustos y motivaciones a nivel social, los adolescentes recurren a sus relaciones de amistad.
Los padres dejan de ser los referentes principales del adolescente. Este espacio pasan a ocuparlo las amistades. A sus amigos es a quienes les preguntan y expresan sus inquietudes. Se sienten en cierto modo mas comprendidos por ellos, por sus iguales.
Y es que no hay que olvidar que esta etapa trae consigo una oleada de hormonas que pueden intensificar los estados de ánimo. En definitiva, ni ellos mismos entienden muchas veces lo que les está pasando.
Esta explosión hormonal tiene efectos directos sobre el desarrollo del sistema límbico, responsable del control de las emociones, y que en los adolescentes más jóvenes, cuyos lóbulos frontales en desarrollo no están suficientemente maduros para reprimir impulsos, podrían explicar esa impulsividad que vemos a veces, sus conductas de riesgo, a veces adictivas y las denominadas “tormentas emocionales” observadas en portazos, música a todo volumen, conductas desafiantes hacia los padres, etc. Por tanto, parte de ciertas conductas que preocupan a los padres podría tener su justificación en factores madurativos independientemente de las características y circunstancias de su entorno.

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Durante la adolescencia aparecen frecuentemente dos suposiciones erróneas(Sergi Banús Fort) :
1º- La suposición de que todo el mundo le observa constantemente (Audiencia imaginaria). Ello puede provocar gran desasosiego especialmente en los más vergonzosos.

2º- Muchos adolescentes pueden pensar que sus experiencias personales son únicas y que sus padres u otras personas no las entenderán (Fábula personal): «Pero mamá, tú no sabes lo que es estar enamorado…»
Todo ello nos puede ayudar a entender porqué nuestros hijos adolescentes buscan refugio en sus iguales cuando se producen conflictos familiares y sociales.portrait-828398_640
Y es por tanto importante no olvidar que cierta dosis de rebeldía en la adolescencia es perfectamente normal. Éstos conflictos generacionales se producen debido a los esfuerzos del adolescente por romper definitivamente con aquellos estilos de relación asociados a la etapa infantil. Por otro lado necesita sentirse distinto de la generación de sus padres, no quiere permanecer en una posición infantil que obstaculizaría su incorporación a la sociedad de los adultos.
A menudo a los padres nos cuesta aceptar que nuestro hijo se hace adulto, es como si nos pareciera que todo ha pasado muy rápido y no estuviéramos preparados para ello.
Uno de los conflictos más frecuentes que nos encontramos en nuestro Gabinete de Psicología Nuria de Juan de Getxo se refiere a la resistencia de los menores acatar normas y límites. Muchas veces es como si esa autoridad que habíamos tenido los padres anteriormente, que era incuestionable por los hijos, empezara a ponerse en tela de juicio.
Uno de los principales problemas que pueden agravar la situación es la falta de coherencia de los padres a la hora de aplicar las normas, así como las contradicciones entre discursos y prácticas y la sobreprotección paterna, tal y como subraya la Liga de la Educación.

 

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Ante todo esto, ¿ Qué podemos hacer los padres?

1- Ante todo, nunca debemos olvidar que no somos amigos de nuestro hijo adolescente, ante todo somos sus padres. Tenemos unos deberes y derechos desde el rol de padre muy diferentes al rol de amigo. Un amigo es básicamente un igual, es decir, un joven de la misma edad que nuestro hijo con el que comparte muchas de sus vivencias y que en esta etapa de la adolescencia constituye uno de los modelos más importantes de referencia en detrimento de los padres.

2- No debemos sentirnos culpables pensando que hemos hecho algo mal para acabar llegando a esta situación. Muchos padres se cuestionan toda su trayectoria como padres cuando ven que durante la adolescencia surgen situaciones o comportamientos que no entienden ni esperaban. En la mayoría de los casos, no hayan hecho nada mal. Es asimismo importante recordar que los valores en los que hemos educado a nuestros hijos, si hemos sido capaces de enseñárselos con nuestro propio ejemplo más que con nuestras palabras, seguramente permanecerán latentes y saldrán cuando ellos mismos sean adultos, formen su propia familia y tengan hijos.

3- Los padres debemos siempre estar ahí pero el adolescente debe percibir progresivamente una cierta sensación de libertad y autonomía. Un exceso de control o rigidez puede ser tan contraproducente como unos estilos de educación totalmente laxos y sin ningún tipo de límite. Aquí por tanto lo fundamental es la «flexibilidad». Debemos ser limitadores y vigilantes de sus conductas pero al mismo tiempo facilitarles progresivamente una cierta autonomía en función de las características de cada adolescente. Sin olvidar que es perfectamente normal sufrir acalorados debates acerca de cual es la hora correcta de volver a casa o si se puede o no salir a determinados eventos.
4- Para tratar de mejorar la relación, hay que saber hablar con el adolescente, pero sin forzarle a que explique sus problemas.Es fundamental respetar su espacio de intimidad. Como padres podemos recordarles que estamos ahí para hablar con ellos y aconsejarles cuando así lo decidan o lo necesiten pero no funcionará si ellos viven esta demanda como una imposición. Si las cosas antes de la llegada de la adolescencia se han hecho bien y se han establecido unos correctos lazos afectivos, el joven acudirá a sus padres cuando lo necesite.

5- Otra cosa que resulta muy útil es reforzar su papel dentro de la familia, dándole un mayor protagonismo, escuchando sus opiniones y dejándole participar en la toma de decisiones, siempre en la medida de lo posible. De esta manera estaremos ayudando a fomentar su autonomía y se sentirá más parte de la familia.

6- En la medida de lo posible, es importante no discutir con un adolescente cuando esté alterado o nosotros mismos nos encontremos fuera de si. En los adolescentes la explosión de hormonas puede facilitar expresiones extremas de rabia o furia (portazos, golpes, etc.), por lo que podríamos añadir mas leña al fuego y acabar haciendo mas grande el conflicto. Es mejor esperar a estar mas calmados y entonces hablar y decidir las correspondientes consecuencias.

7- Aunque como hemos comentado, cierta dosis de rebeldía en los adolescentes es perfectamente normal, es aconsejable consultar a un psicólogo en aquellos casos en los que esas conductas nos parezcan de alta frecuencia e intensidad y persistan en el tiempo, alterando significativamente la convivencia familiar.