Tratamiento para superar el fallecimiento de un ser querido
Psicoterapia para superar el duelo y la pérdida de un ser querido.
El duelo es una reacción adaptativa normal, que sigue a las pérdidas importantes que sufren las personas y las familias y cuyo sentido es tratar de asimilar la realidad de esa pérdida y poder afrontar una nueva vida sin el ser querido que hemos perdido.
Por extensión, también llamamos proceso de duelo a las reacciones posteriores a pérdidas significativas, como pueden ser un despido o una ruptura sentimental.
Para Robert A. Neimeyer, la elaboración del duelo es un ciclo en el que se desarrollan las siguientes fases:
Evitación: es la primera reacción ante la pérdida. Se dan reacciones físicas, psíquicas y conductuales confusas que son normales en este contexto.
Asimilación: aparece una profunda desesperación, hay un distanciamiento de lo social y se presta más atención a la elaboración del duelo.
Acomodación: se inicia la aceptación de la pérdida. Se van recuperando los aspectos físicos, psíquicos y conductuales.
Ante el duelo, las personas pueden responder de una manera activa o pasiva.
Patrones activos son comportamientos tales como expresiones de dolor, comportamientos compulsivos o erráticos, o incluso comportamientos destructivos.
Cuando hablamos de patrones pasivos nos referimos a actitudes de ensimismamiento, encierro o retiro de la vida social.
Es normal que aparezcan ambos tipos de patrones, e incluso pasar de uno a otro.
Llorar es una manera sanadora de aliviar las penas. Por eso es importante no reprimirlas, e incluso puede resultar muy útil fijar un momento en el día para llorar.Llorar es un símbolo de aceptación y de que el proceso está siguiendo su curso.
¿Qué puede ocurrir en el duelo?
- Sentimientos como tristeza, enfado, culpa, ansiedad, soledad, impotencia, alivio confusión…
Pensamientos como confusión, preocupación, incredulidad, sentido de presencia etc.
Sensaciones físicas como opresión en el pecho o garganta, debilidad muscular, falta de aire, sensación de despersonalización…
Conductas como llorar, evitar hablar de ello, soñar con la persona fallecida etc…
En un primer momento, la persona se enfrenta al choque inicial que produce la pérdida. Es aquí donde pueden aparecer manifestaciones tanto físicas como psíquicas tales como: vértigos, náuseas, temblores, alteraciones en el ritmo cardíaco, sensación de irrealidad, confusión, rechazo, tristeza, ansiedad, incredulidad ( “no puede ser verdad”), e incluso la negación de la situación ( un comportamiento tranquilo e insensible o, por el contrario, exaltado).
Otra reacción que aparece con frecuencia es la de hacer reproches a quien acaba de morir (”¿cómo puedes hacerme esto a mí?”).
En ocasiones se siente un cierto alivio por el fallecido (“gracias a Dios que ya no sufre más”) unido a un alivio personal (“no creo que hubiera podido resistirlo durante mucho más tiempo”).
El abatimiento producido por la pena hace que la persona viva replegada sobre sí misma. Desestima todo aquello que pueda alejarle de su preocupación. Nada le interesa ya, el mundo está vacío y carece de atractivo. Por este motivo, hasta las acciones más simples pueden significar un esfuerzo desproporcionado.
Se pueden producir alteraciones en el sueño (insomnio, agitación…) que pueden durar algún tiempo.
Pueden surgir a menudo dudas relativas a la posibilidad de haber mostrado falta de amabilidad o negligencia que hayan contribuido a la muerte de la persona. A ello se suman remordimientos por todo aquello que no se hizo cuando el ser amado aún se hallaba con vida. Todo esto puede generar sentimientos de culpa casi siempre infundados.
En el período del duelo, algunos familiares pueden tener dudas sobre los tratamientos o sobre las decisiones que se tomaron durante la enfermedad de su ser querido, lo que puede generar sentimientos de culpa, rabia, impotencia…
El duelo a lo largo del tiempo
Al principio, la imagen del desaparecido ocupa por completo la mente de la persona en duelo. Se le recuerda constantemente y se echan de menos pequeños detalles de la vida cotidiana que se compartían con él o con ella. Con el paso del tiempo, se alternan estos momentos de recuerdo doloroso con la paulatina reorganización de la vida externa e interna.
Puede haber y habrá períodos de recrudecimiento en fechas señaladas (navidades, cumpleaños, aniversarios, etc.) sin que esto suponga una ruptura de la normalidad.
Se dará también una separación de los objetos personales del fallecido, guardando solamente los que considera como particularmente evocadores y significativos.
Llega, por fin, un momento en el que la persona en duelo retoma las ganas de vivir, mira hacia el futuro, se interesa por situaciones nuevas y es capaz de ilusionarse de nuevo y expresarlo.
Algunos consejos para ayudar a dar la noticia a un niño
¿Cuándo y cómo dar la noticia? Aunque resulte muy doloroso y difícil, es mejor informarles de lo sucedido lo antes posible, buscaremos un momento y un lugar adecuado, le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras (”Ha ocurrido algo muy triste. El abuelo ha muerto, ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir…”).
Hay que ser completamente honesto. Acompañar a un niño en duelo significa ante todo NO apartarle de la realidad que está viviendo, los niños son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, se dan cuenta de que algo pasa y les afecta.
Explicar cómo ocurrió la muerte. Procuraremos hacerlo con pocas palabras. Por ejemplo, ”Ya sabes que ha estado muy, muy enfermo durante mucho tiempo, la enfermedad que tenía le ha provocado la muerte. Las personas sólo se mueren cuando están muy, muy enfermos”. En caso de accidente podemos decirle que quedó muy, muy malherido.
Sea como fuere la muerte, de nada sirve ocultarlo porque tarde o temprano acabarán enterándose por alguien ajeno a la familia. Es mejor explicar cómo fue y responder a sus preguntas.
Qué podemos decirles si nos preguntan el por qué?. Es bueno que sepan que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Los niños en su fantasía pueden creer que algo que pensaron o dijeron causó la muerte. Hay que decirle con calma pero con firmeza que no ha sido culpa suya.
Para los niños menores de cinco años la muerte es algo provisional (creen que la persona que ha fallecido puede volver en cualquier otro momento).
Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente (como por ejemplo sucede con los animales, las plantas…).
Permitir que participe en los ritos funerarios. Darle la oportunidad al niño de asistir y participar, si así lo desea, en el velatorio, el funeral, el entierro… Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el por qué de estos ritos. Permitirle ver el cadáver si él quiere, pero siempre acompañado de un familiar o persona cercana.
Animarle a expresar lo que siente. Los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si la familia acepta estos sentimientos, los expresarán más fácilmente y ésto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”, pueden cortar la libre expresión de las emociones e impedir que se desahogue.
En los niños la expresión del sufrimiento por la pérdida no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar y alteraciones en la alimentación y el sueño.
Mantenerse física y emocionalmente cerca del niño. Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, abrazarlo, escucharle, llorar con él e incluso dejarle que duerma cerca, aunque es mejor que sea en distinta cama.
Es bueno decirle que aunque estamos muy tristes por lo ocurrido vamos a seguir ocupándonos de él lo mejor posible.
Lo que más ayuda a los niños frente a las pérdidas es recuperar el ritmo cotidiano de sus actividades: el colegio, sus amigos, sus juegos familiares, las personas que quiere. También es bueno garantizarle el máximo de estabilidad posible. No es buen momento para cambiarle de colegio. En cambio es positivo asegurarles que vamos a seguir queriendo a la persona fallecida y que nunca la olvidaremos.
En el Centro de psicología Nuria de Juan contamos con amplia experiencia ayudando a niños, adolescentes y adultos a afrontar estas situaciones difíciles.