Tratamiento para el manejo de la ira y la gestión emocional
Gestión de las emociones. ¿Que son las emociones?
Las emociones son un estado afectivo, una respuesta del organismo ante una determinada situación. Hay fundamentalmente tres tipos de emociones: las primarias, como el miedo, la alegría o la tristeza, las de fondo, que son el entusiasmo y el desánimo, y las sociales, que son la vergüenza, el desprecio… En total, se asimilan como emociones básicas las siguientes ocho: miedo, sorpresa, aversión, ira, alegría tristeza, amor y vergüenza.
La ira es la percepción de un obstáculo, una ofensa o una amenaza que dificultan el desarrollo de la acción o la consecución de los deseos, provocando un sentimiento negativo de irritación. Las emociones afines a la ira son la cólera, el despecho, la exasperación, la indignación, el enfado, la rabia, el rencor, la furia, el resentimiento, irritabilidad y la violencia.
Muchas personas confunden con frecuencia la ira con la agresión. La agresión es una conducta dirigida a causar daño a otra persona o a una propiedad. Esta conducta puede incluir abuso verbal, amenazas o acciones violentas. La ira, sin embargo, es una emoción y no conduce necesariamente a la agresión. Por lo tanto, una persona puede estar airado sin llegar a actuar de manera agresiva.
¿Cuándo se convierte la ira en un problema?
La ira pasa a ser un problema cuando se siente con demasiada intensidad, con demasiada frecuencia o se expresa de manera inapropiada. El sentirse enojado intensa o frecuentemente causa extremado estrés físico en el cuerpo. Durante episodios prolongados y frecuentes de ira, ciertas áreas del sistema nervioso se activan intensamente. Como consecuencia, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco aumentan y se mantienen elevados por períodos prolongados. Este estrés en el cuerpo puede ocasionar muchos problemas de salud, tales como la hipertensión, las cardiopatías y una disminución en la eficiencia del sistema inmunológico. Por tanto, desde el punto de vista de la salud, el interés en evitar las enfermedades físicas puede convertirse en una motivación para controlar la ira.
Otra poderosa razón se relaciona con las consecuencias negativas que resultan de la expresión inapropiada de la ira. Llevada a un extremo, puede conducir a la violencia o a la agresión física, lo cual puede ocasionar un sinnúmero de consecuencias negativas, tales como el ser arrestado o encarcelado, resultar herido, ser sujeto a revanchas, perder a seres queridos, ser expulsado de un programa de tratamiento contra el abuso de sustancias o de un programa de servicio social, o inclusive tener sentimientos de culpa, vergüenza o arrepentimiento.
Aun cuando no lleve a la violencia, las expresiones inapropiadas de ira, tales como el abuso verbal o la conducta amenazadora o agresiva, con frecuencia tienen consecuencias negativas. Por ejemplo, es posible que los demás sientan miedo, resentimiento y falta de confianza hacia las personas que los someten a explosiones de enojo. Esto, a su vez, puede causar la alienación de esas personas con otros individuos, tales como familiares, amigos y colegas de trabajo.
Recompensas y consecuencias
La expresión inapropiada de la ira tiene inicialmente muchas recompensas aparentes. Una recompensa es poder manipular y controlar a los demás a través de la conducta amenazadora o agresiva; otros pueden hacer caso a las demandas de una persona porque temen sus amenazas verbales o su violencia. Otra recompensa es el alivio de la tensión que se produce cuando se pierde el control y se actúa con agresividad. Aunque es posible que una persona se sienta mejor después de una explosión de ira, es muy probable que todos los demás se sientan peor.
A largo plazo, sin embargo, estas recompensas iniciales conducen a consecuencias negativas. Por esta razón se las llama recompensas “aparentes”, ya que las consecuencias negativas a largo plazo superan ampliamente las ganancias de corto plazo. Por ejemplo, contemplemos el caso de un padre que convence a sus hijos y los hace satisfacer sus demandas a través de un tono de voz enojado y de gestos amenazantes. Para los niños, tales conductas significan que sufrirán daños físicos si no obedecen. La recompensa inmediata para el padre es que los hijos obedecen sus órdenes. La consecuencia a largo plazo, sin embargo, puede ser que los niños aprenden a tenerle miedo o a sentir desagrado por él y lleguen a sentirse distanciados afectivamente de él. Es posible que a medida que crezcan, traten de evitar el contacto con el padre o se nieguen totalmente a verlo.
¿Cómo superar las explosiones de ira?
Hay que tomar conciencia de ella. Para superar el hábito de explotar con ira se debe tomar conciencia de las situaciones, circunstancias y conductas de los demás que desencadenan o “disparan” la explosión. Esta toma de conciencia también involucra la comprensión de las consecuencias negativas que resultan de la ira. Por ejemplo, estamos haciendo cola en el supermercado y nos empezamos a impacientar porque las colas son demasiado largas. Podemos sentirnos airados y entonces llegar a exigir de manera tempestuosa que el cajero pida más ayuda. A medida que el enfado se va intensificando, comenzamos a discutir acaloradamente con el cajero o con otro cliente. El gerente de la tienda puede responder a esta situación llamando a un agente de seguridad para que nos saquen del lugar. Las consecuencias negativas que resultan de esta situación son que no pudimos comprar los artículos que deseábamos, y la vergüenza y humillación que sufrimos cuando nos echaron de la tienda.
Estrategias para el manejo de las explosiones de ira
Además de tomar conciencia de la ira, necesitamos desarrollar estrategias para manejarla eficazmente. Estas estrategias pueden usarse para detener su intensificación antes de que se pierda el control y se experimenten consecuencias negativas. Un conjunto eficaz de estrategias para controlar los estallidos debe incluir tanto estrategias inmediatas como estrategias preventivas.
Entre las estrategias inmediatas se incluyen el tomar un “timeout”, la práctica de ejercicios de respiración profunda y la detención de los pensamientos. Entre las estrategias de prevención se incluyen la elaboración de un programa de ejercicios y la modificación de creencias irracionales.
Un ejemplo de una estrategia inmediata para el manejo del enojo que vale la pena practicar es el “timeout”.
El “timeout” implica el abandono de una situación cuando se siente que la ira se está intensificando hacia un punto fuera de control. Por ejemplo, estás en un autobús lleno de viajeros y empiezas a enfadarte porque te parece que las demás personas están empujándote deliberadamente. En esta situación, simplemente puedes bajarte del autobús y esperar que pase otro que no venga tan lleno.
El “timeout” también puede servir para evitar envolverse en una discusión o argumento cuando sientes que la ira se está intensificando. En estas situaciones, puede ser útil pedir un “timeout” o hacer una señal con tus manos a la otra persona con la que estas discutiendo, indicando la necesidad de usar esa estrategia. Esto permite a la otra persona saber que deseas dejar de hablar del tema inmediatamente y que estás empezando a sentirte frustrado, molesto o irritado. Su utilización en las discusiones con la pareja o familia es muy eficaz.