Antes de explicar qué son  los trastornos fóbicos , es importante distinguirlos bien de los miedos evolutivos normales de los niños. Los miedos son temores más leves que las fobias, son transitorios y, a medida que el niño se desarrolla, se van superando. En cambio, las fobias se caracterizan por ser miedos más desproporcionados e irracionales,  que no pueden ser  controlados voluntariamente y que interfieren negativamente en la vida cotidiana del niño.

Por otra parte,  los miedos pueden aparecer a cualquier edad, mientras que la aparición de las fobias infantiles es más frecuente entre los 4 y los 8 años de edad.

En cuanto a su prevalencia, los miedos  son experimentados por un 40% de los niños, mientras que las fobias afectan al 5-8%.

Diferenciamos varios tipos de trastornos fóbicos típicos en la infancia:

Fobias específicas

Las fobias específicas afectan aproximadamente a un 2,4% de la población infantil y adolescente. Entre ellas están la fobia a los animales, la fobia a la oscuridad, la fobia a los médicos y dentistas…

Véase también Fobias

Fobia escolar 

Aunque parece lógico pensar que la fobia escolar podría ser  una fobia específica,  se la considera una categoría aparte, por su mayor trascendencia en la vida presente y futura del niño. No ir a la escuela tiene repercusiones inmediatas en el rendimiento escolar  pero, también, en las relaciones sociales (los niños dejan de encontrarse con sus compañeros, profesores,…y por tanto, dejan de tener la oportunidad de poner en práctica y mejorar sus habilidades sociales).

niña llorandoLa fobia escolar está presente en un 1% de la población infantil y afecta más a los niños que a las niñas. Puede aparecer en cualquier momento, aunque existen dos picos de edad en los que lo hace con mayor frecuencia:

–       Los 3-4 años,  edad en la que comienzan generalmente el colegio.

–       Los 11-12 años, la edad en la que comienzan el instituto.

También, es común que la fobia escolar coincida con cambios de colegio o de ciclo.

Entre las causas, observamos gran variabilidad. Por un lado, puede ser que el niño sienta que no puede responder a las demandas respecto su rendimiento académico. También, puede que el problema sean las dificultades de relación que tiene con los compañeros, ya sea porque a él le cuesta desenvolverse y, por tanto, quiere evitarlo; porque se siente acomplejado por alguna característica personal; o bien, porque sufre bullying de parte de sus compañeros, entre otros motivos.

La fobia escolar casi siempre aparece acompañada de síntomas físicos de ansiedad ( náuseas, vómitos , dolor abdominal o de cabeza, pérdida del apetito…) y pensamientos negativos sobre las consecuencias de ir al colegio (piensa que los profesores le reñirán o que los niños se meterán con él). La conducta que observamos  es de evitación (no va al colegio) o, en el caso de que vaya obligado, una vez ahí, puede mostrarse inhibido o puede hacer novillos). En cualquier caso, los síntomas y malestar descritos antes, desaparecen en el momento en que el niño sabe que se queda en casa, en lugar de ir al colegio.

    Fobia social

Para poder diagnosticar una  fobia social infantil  deben aparecer dos características:

–       el niño evita el contacto con otras personas de forma excesiva durante más de 6 meses (si lo hace sólo puntualmente, sin tal persistencia temporal, no se considera fobia social)

–       y el niño es mayor  de  los 2’5 años (puesto que, antes de esta edad, tal comportamiento podría explicarse, simplemente, por los miedos evolutivos normales que los niños sienten hacía las personas que  son desconocidas).

adolescencia

El niño con Fobia social siente miedo ante una o más situaciones sociales, en las que tiene que estar en contacto con personas desconocidas o en las que es posible que le juzguen los demás. En el momento del contacto social o, simplemente, anticipándolo en su imaginación, el niño siente ansiedad, miedo a la crítica, a no hacerlo bien…  Ello hace que intente evitar la interacción social con extraños, para así reducir su ansiedad. Si bien, paralelamente, intensifica las relaciones con las personas conocidas (como familiares y amigos), porque el problema no es que no quiera relacionarse, sino que le da miedo no hacerlo en “terreno seguro”. Es decir, el niño que padece fobia social, no es un niño que no quiera estar con los demás. Al contrario, tiene un gran deseo de afecto y aceptación por parte del resto y es, precisamente, esta gran necesidad de estar bien con el resto, lo que hace que sienta este gran miedo a no conseguirlo.